Los datos del Índice de Comportamiento del Consumidor de Millward Brown confirman que en mayo se produjo un punto de inflexión, un paso más en el ambiente de depresión colectiva y pesimismo sobre la economía que atenaza a la sociedad española. El dato de mayo no fue producto de un clima preelectoral, como conjeturamos, sino un descenso real en la apreciación de la situación económica del país, que se prolonga, al menos, en junio. La opinión sobre la situación económica del país está descendiendo a extremos desconocidos. Se puede decir que hay unanimidad respecto a que la situación es mala. La percepción de que la crisis está afectando a las economías familiares está creciendo a gran velocidad desde primeros de año. Lo que sugiere que la línea de resistencia ante la crisis que son las familias se está debilitando seriamente. Se mantiene la tónica negativa en la valoración del momento para realizar compras, ya sean de envergadura o cotidianas.
Pese a todo, se observa un tenue relajamiento en los patrones de control del consumo de los productos y servicios vinculados al verano: ocio, viajes de fin de semana, ropa y complementos, etc. Cabe pensar que en estos meses este tipo de consumos crezca impulsado además por el turismo. El ambiente está dominado por una gran desconfianza en la economía del país: el 83,6% piensa que la situación es mala o muy mala, sólo un 0,8% que es buena y un 15,2% la valora como regular. Esta opinión viene deteriorándose regularmente desde hace un año, y con algún altibajo desde hace dos. Parece natural que unos datos así contaminen las actitudes sobre el conjunto de la economía y las previsiones sobre los comportamientos económicos, y vayan produciendo una sensación de agotamiento que se traslada a todos los indicadores. Asimismo se registran leves mejoras en otros indicadores también muy generales, pero que quedan más cercanos a los consumidores y los hogares. La valoración de la situación económica de las familias y su previsión para dentro de seis meses mejoran algo, aunque puede ser un repunte puntual. La valoración del momento para realizar grandes compras también mejora, pero sigue en niveles tan negativos que impiden pensar en una reactivación a corto plazo.
Junto con la valoración de la situación económica del país, lo más relevante de junio es el acelerado incremento de la percepción de que la crisis está afectando a las familias. El 55,6% de los entrevistados opina que está afectando mucho o bastante la situación económica de su hogar, mientras que sólo un 16,8% piensa que la afecta poco o nada. Pero lo más preocupante es que la tendencia de fondo indica que cada vez más las familias que perciben que la crisis está afectando a su economía. Es llamativa la aceleración que ha cogido este indicador durante este semestre, lo que seguramente está vinculado a la negativa valoración de la economía del país. Es claro que la crisis ha alcanzado a las economías familiares y que la mitad de ellas, grosso modo, perciben descensos en sus ingresos, inseguridad en el empleo de alguno de sus miembros, deben hacerse cargo de personas expulsadas o no integradas en el mercado laboral, sienten agobios con las hipotecas, perciben un incremento de precios en bienes de los que no se puede prescindir, etc., todo ello compromete su estabilidad financiera en un marco de incertidumbre ante el futuro. Reaccionan racionalizando, a veces casi racionando, el consumo. Por tanto, el precio seguirá siendo el patrón decisivo del consumo durante mucho tiempo.