Cuando escribo esta columna está por celebrarse el I Foro Mobile que organiza esta casa; cuando estas líneas lleguen a quienes de ustedes apetezcan su lectura ya se habrá celebrado. No es mi propósito comentar el evento a priori sino reflexionar sobre el papel capital que la pantalla de pocas pulgadas tiene ya en el mercado de la comunicación, en general, y en los modelos de negocio de éxito, en particular.
Es evidente que, con mucho, los móviles son el soporte más extendido de todos los que pueblan nuestro mercado hasta casi llegar a representar el universo absoluto de quienes de una u otra manera, más o menos avanzada, más o menos permanente, más o menos entusiasta, somos usuarios de la comunicación. Lo que no es tan evidente es que el amplísimo universo de posibilidades que ofrecen los terminales inteligentes sea aprovechado por igual por los diferentes usuarios ni que, tan siquiera, el conocimiento del terminal y sus utilidades sea de dominio público (cuando algo es tan universal el grado de conocimiento y aprovechamiento cae dramáticamente).
La televisión, sin embargo, y no me refiero a las pantallas inteligentes que pueden tener el mismo problema, sino al concepto puro y duro de la caja tonta, que no es otro que información y entretenimiento (así, en negritas) es algo tan manido que no hay porqué detenerse en ello. Pues bien, a mi juicio, el despegue definitivo de los móviles, como parte fundamental de los modelos de negocio de éxito en el mercado de la comunicación, es la visión de las grandes operadoras de telefonía de convertirlos en parte básica de un sistema de ventas cruzadas con las que poder ofrecer contenidos (ya sea en forma de aplicaciones, como de obras o eventos convencionales: desde películas a fútbol, pasando por debates electorales y lo que interese en cada momento) en todas las pantallas a su alcance: móvil, TV, tabletas, Pcs… Actuando la televisión de gancho y el móvil de caja recaudatoria, tanto por pago de derechos como por ingresos publicitarios no convencionales.
Siempre he sostenido, como muchos otros profesionales, que los contenidos son la base del negocio que nos da de comer y ahora existe la posibilidad cierta de distribuir contenidos comunes adaptados a las características de todas las pantallas existentes o de idear contenidos específicos para cada pantalla, pero el modelo no se para ahí. El modelo abarca inexorablemente a todos los sistemas de llegada a los usuarios para que, según sean el público objetivo y las comunidades de intereses que lo representen la comunicación, comercial o no, llegue integralmente sin posibilidades de perderse.
De esta y no otra manera cabe interpretar la batalla por hacerse con contenidos que supongan auténticas barreras de entrada para la competencia y, por lo tanto provoquen verdadera avidez por estar con uno y otro operador. Esto no ha hecho más que empezar y pienso que las grandes van a entrar más pronto que tarde en los consejos de administración de las editoriales para desarrollar, de una vez, los fallidos (por su escasa afluencia) quioscos virtuales. Así se cerrará el ciclo y nos ofrecerán auténticos paquetes multi-ventana adaptados a todos los gustos, edades y posibilidades económicas.
Lo malo de esto es que la información cada vez va a ser cosa de menos fuentes, si no lo remedian los profesionales independientes. Pero, claro está, ellos no tienen acceso más que a su propio talento.
Que sean buenos.